Actualmente, los coches eléctricos se van introduciendo poco a poco de manera segura en el mercado, a medida que las empresas trabajan continuamente en la mejora de estos productos estudiando su viabilidad en varias líneas a la vez, a saber: producir baterías más ligeras y seguras, para eso se están testeando diferentes materiales; mejorar su capacidad de almacenamiento para conseguir mayor autonomía y, por último, reducir su coste, hasta ahora bastante elevado si lo comparamos con los automóviles convencionales. Los profesionales, que necesitan amortizar las enormes inversiones realizadas en el desarrollo de sus acumuladores han puesto en marcha el ingenio para darles una opción viable una vez hayan cumplido su ciclo en los vehículos eléctricos. A la vez, esta segunda oportunidad para las baterías favorece al medio ambiente y acaban por reutilizarse, ya que estos dispositivos son altamente contaminantes. Con este gesto se disminuye notablemente la emisión de gases efecto invernadero. Todo son ventajas.
Como ya hemos mencionado, una de las principales dudas que se plantean las compañías sobre los sistemas de almacenamiento de energía es qué hacer con las baterías de ion-litio, utilizadas en estos coches, cuando estas ya han cumplido su función y han perdido entre un 70 y 80% de su capacidad. A esto hay que añadir que la mayoría de los fabricantes las cambian porque, a partir de una pérdida de un 30% de la capacidad, el vehículo no podrá recorrer el 100% de los kilómetros para el que fue diseñado con esa misma batería. No sirven ya, por tanto, para el coche porque al estar degradadas disminuyen la autonomía del vehículo ya limitada y perjudicada con cada pérdida de capacidad que se produce, pero siguen contando con una capacidad restante que permite su utilización en un segundo ciclo de vida útil. Muchos expertos del sector coinciden asimismo en que dentro de un par de años habrá un elevado número de baterías a medio uso almacenadas, a la cuales se les puede sacar bastante partido aún.
La mayoría de las principales marcas de vehículos están ofreciendo diferentes soluciones, aunque no resulta nada fácil. Quizás, una de las más viables es que puedan ser usadas como sistema de almacenamiento energético en diferentes instalaciones de energía renovable, es decir, que pueden pasar a formar parte de grandes módulos de reserva, tanto a nivel doméstico, utilizando unas cuantas, como a nivel industrial, usando centenares de ellas. En este sentido algún fabricante ya ha puesto en marcha este sistema como solución. Por otra parte, la logística necesaria para reciclar las baterías es muy complicada y enormemente cara.
Por otra parte, un grupo de investigadores del Laboratorio Nacional de Energías Renovables de Estados Unidos (NREL) ha trabajado recientemente sobre posibles segundos usos y entre las propuestas destacan que estos acumuladores a media carga podrían funcionar como auxiliares de la red eléctrica cuando haya picos de demanda energética. Durante las horas de menor utilización se cargarían por completo y, en caso de ser obligatorio, si la necesidad sobrepasa la capacidad de generación de la red en un momento dado, se utilizaría la energía almacenada en estas baterías auxiliares. Su origen sería 100% renovable y servirían también para reducir el coste de la luz en el tramo más caro.
Los resultados del proyecto de NREL arrojan que las posibles estrategias puestas en marcha para un segundo uso son fundamentales, tanto para la industria del automóvil como para la eléctrica.
Según NREL los integradores e instaladores deben trabajar en la búsqueda de soluciones ESS para sistemas de almacenamiento energético de megawatios a gran escala en baterías reutilizadas, minimizando la integración y los costes de instalación. Estos sistemas deben supervisar el buen funcionamiento de los módulos individuales y permitir la sustitución eficiente de los defectuosos o inservibles, llegado el caso. Para lograrlo, las empresas de servicios públicos y los reguladores deben desarrollar políticas y llegar a acuerdos que fomenten el uso de ESS, sobre todo como reemplazo en picos de demanda lo que abrirá grandes posibilidades de mercado en la reutilización de los acumuladores.
Otra de las opciones de segunda vida útil para estos dispositivos es la estudiada por expertos japoneses a raíz de las devastadoras consecuencias del tsunami y terremotos que han arrasado el país durante los últimos años y que causaron daños importantes en la red eléctrica, ya que les ha llevado a pensar en la viabilidad de utilizar el coche eléctrico como un depósito de almacenamiento de energía en caso de necesidad, al ser posible la recarga de forma birideccional. Tan solo se necesita conectar el coche a un cargador.
A algunos fabricantes también se les ha ocurrido reutilizar estas baterías para el funcionamiento de robots de transporte que utilizan en sus fábricas y que se encargan de llevar de un lado a otro grandes mercancías pesadas.
En el estudio de NREL se demuestra que las baterías de automóviles reutilizadas pueden durar entre 10 y 20 años más si son gestionadas de forma adecuada. Por último, una vez que estos acumuladores hayan acabado su ciclo de vida útil se desmontarán y todos sus componentes serán reciclados, llegando incluso a ser parte de nuevas baterías siempre y cuando la tecnología de los nuevos vehículos sea compatible. Esto se lleva a cabo en la planta que la multinacional francesa Recupyl tiene en Azuqueca de Henares (Guadalajara), la primera en nuestro país de reciclado de acumuladores de litio-ion, no sólo procedentes de los vehículos, sino también las de móviles, cámaras, pcs, etc.
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