A falta de que el operador del sistema lo corrobore, 2021 se cerrará con un 46,7% de electricidad renovable. Si hace un año celebrábamos el récord del 44% que se obtuvo en 2020 pero lo acogíamos con cautela al producirse en uno de los años, a nivel energético y económico, más excepcionales que recordamos, el dato de 2021 nos muestra que estamos en la senda correcta.
Nos acercamos, poco a poco a un sistema eléctrico con una fuerte presencia renovable, y es algo que nos llena de alegría. Más aún cuando desde el Ministerio se suman iniciativas como el Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica de Energías Renovables, Hidrógeno Renovable y Almacenamiento (PERTE ERHA), que vienen a sumar aún más inercia a un movimiento que parece imparable. Sin embargo, esta percepción no nos debe ignorar las señales que nos manda la propia evolución de la Transición Energética en nuestro país.
Es cierto que hemos encadenado dos años con contribución renovable récord, sí. Pero también es cierto que la potencia conectada a red está disminuyendo su implantación anual, frenando la velocidad a la que nos acercamos a los objetivos. Y los objetivos, no olvidemos, son muy ambiciosos. Queremos tener un 74% de electricidad renovable en 2030. Eso implica un incremento del 3% anual durante cada año de aquí al final de la década. Conseguir un 46,7% ya nos sitúa por debajo de la senda lineal, y esto poniendo el foco en el sector eléctrico, si miramos a transporte o climatización la situación es aún peor. No vamos tan bien como cabría esperar y es mucho lo que nos jugamos.

En primer lugar, la Transición Energética busca un objetivo de reducción de emisiones. El FitFor55 europeo, que buscar reducir las emisiones en un 55%, no es únicamente una meta medioambientalista y no estamos luchando sólo contra el Cambio Climático. La Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) cifra en más de 300.000 muertes prematuras anuales las que provoca la contaminación del aire. En España, más de 23.300 personas.
En segundo lugar, el cambio de modelo energético tiene un fuerte impacto en nuestra economía. Más del 70% de nuestra energía debe ser importada. Esta cifra, que supera habitualmente en veinte puntos porcentuales la media europea lastra la economía nacional. El déficit de nuestra balanza comercial fue de 13.422 millones de euros en 2020. Sin el lastre de las importaciones fósiles, en vez de déficit hubiéramos tenido un superávit de 1.106 millones de euros.
En tercer lugar, la creación de empleo. En un país brutalmente castigado por la lacra del desempleo, las energías renovables son una vía de generación de puestos de trabajo magnífica. El PNIEC cifra la creación de empleo de la Transición Energética en un volumen entre 253.000 y 348.000 en la próxima década, entre 107.000 y 135.000 solo en inversiones asociadas a las energías renovables.
A pesar de todo lo anteriormente explicado, en 2021 han cobrado fuerza distintas voces en contra de las energías renovables. No hemos alcanzado las metas, ni siquiera estamos en la senda de crecimiento necesaria, y los enemigos se multiplican. Algunos son viejos compañeros del desarrollo renovable, actores que ven peligrar sus inversiones o defienden sus tecnologías con falsas acusaciones. Son aquellos que están detrás del “las renovables son intermitentes y no están cuando las necesitamos” o “el precio del mercado se ha disparado porque no había renovables”. Estas acusaciones son fáciles de contestar. Solo hay que ver los porcentajes de electricidad renovable, récord como hemos visto, o comparar producción con precios. En el Estudio del Impacto Macroeconómico de las Energías Renovables, comparamos todos los años la producción renovable contra el precio del mercado eléctrico. No hago ningún “spoiler” cuando confirmamos que, a mayor penetración renovable, menores precios en los mercados.
Las otras voces que critican son más difíciles de contestar. Apelan a sentimientos y no a números, y contra el corazón sólo un afecto mayor puede vencer. Son las voces de quienes consideran que sus montañas están amenazadas, que creen que los aerogeneradores o las placas vienen a dañar ecosistemas, a matar aves, a destruir paisajes. Quizá no hemos trabajado bien y no hemos comunicado las decenas de permisos y estudios medioambientales que han de presentar y aprobar los promotores. Quizá no hemos explicado que la alternativa a estas tecnologías provoca efectos mucho peores y mucho mayores. Quizá no hemos sabido transmitir que las renovables son la mejor noticia para esa “España Vaciada” de la que tanto se habla.
Si podemos pedir un deseo a este 2022, además de que termine esta pandemia que estas semanas vuelve a cobrar fuerza, es que en el Nuevo Año sepamos hacerlo mejor, que podamos contar como aliados a quienes hoy dudan de las renovables.
Artículo escrito por:
José María González Moya
director general de APPA Renovables