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Digitalización de las redes de distribución en el escenario post-COVID

Guillermo Amann, presidente de la Asamblea General de la Asociación Española de Fabricantes de Bienes de Equipo Eléctricos de Alta y Media Tensión (AFBEL)

 Digitalización de las redes de distribución en el escenario post-COVID

Hace tan solo tres meses, cuando pensábamos que la COVID-19 era un problema puntual en una región concreta de la lejana China, el sector eléctrico español estaba inmerso en la transformación digital que una excelente infraestructura eléctrica, como lo es nuestra red de distribución, debía implementar para adaptarse al reto de la progresiva instalación de fuentes de generación renovables y otras nuevas solicitaciones exigentes derivadas de nuevas formas de consumo de electricidad que exigen flexibilidad inmediata del sistema.

Los cambios regulatorios, la implementación del Plan Nacional Integrado de Energia y Clima (PNIEC), los objetivos de penetración de fuentes renovables (especialmente eólica y fotovoltaica) y la ‘democratización’ del sistema eléctrico con la facilitación del autoconsumo y el empoderamiento del consumidor se alzaban como los retos a afrontar por parte de la cada vez más inteligente red de distribución.

No es necesario indicar el cambio de escenario que ha supuesto la COVID 19; lo estamos viendo y sufriendo todos de cerca.

Predecir a ciencia cierta, y ni siquiera con un margen de error cercano al 100%, el impacto económico de esta crisis ni su repercusión sobre el empleo es una tarea imposible. Sin embargo, es necesario trabajar sobre los escenarios que permitan resintonizar las políticas energéticas tanto a nivel nacional como de la Unión Europea. Porque es un deber levantar el descalabro económico y social que se está produciendo sin renunciar, ni mucho menos, a la lucha contra el cambio climático.

Desde la Comisión y el Parlamento Europeo se lanzan diariamente mensajes de que el Pacto Verde (Green Deal) y su objetivo último de “energía verde para todos los europeos” sigue en vigor. Y desde nuestro gobierno, hace unas pocas semanas, se ha remitido a Bruselas una nueva versión del PNIEC decididamente ambiciosa. Las señales son positivas, Europa, y España con ella, entienden que una estrategia de electrificación de la economía sustentada en un mix de generación claramente renovable es el único camino hacia la solución. ¿Qué tal vez el escenario económico nos lleve a revisar los plazos? Sí; pero el objetivo no ha cambiado: para 2050 podemos y debemos tener una economía netamente descarbonizada; y eso significa electrificada.

Como ante cualquier crisis, tenemos experiencia cercana en la que basarnos, la recuperación económica sólo puede venir con inversiones masivas para proteger y crear empleos cualificados y de calidad; apoyando a todas las regiones de Europa sin excepción, a sus empresas y sectores después de haber sufrido esta inesperada y repentina paralización de la economía.

Llega el momento de empezar a reconstruir. Para ello, será fundamental incentivar la inversión en aquellos segmentos que sean capaces de desencadenar nuevos modelos económicos sin renunciar a los objetivos climáticos ni energéticos. La transición a una economía climáticamente neutra debe basarse en la utilización de los recursos renovables, que comportan indefectiblemente un traspaso decidido de toda la economía hacia el único vector energético susceptible de sustentarse únicamente en fuentes ecológicamente neutras: el vector eléctrico.

Es en ese punto donde el tejido eléctrico español, operadores de transporte y distribución, proveedores de tecnología de red y toda su cadena de valor y proveedores de soluciones y sistemas inteligentes, posee el potencial de generar empleo de calidad y sustentar el crecimiento económico mejorando el mix energético hacia la descarbonización.

La buena noticia es que ya tenemos las herramientas básicas necesarias para poner manos a la obra: una red eléctrica resiliente y un sector tecnológico potente. En los últimos 10 años, se han logrado enormes avances en la mayoría de los sectores de la transición energética que han desarrollado nuevas tecnologías digitales y cadenas de valor potentes; reduciendo además drásticamente el coste de la transición. Hace 10 años, los vehículos de cero emisiones eran solo un prototipo. Hace 10 años, la energía eólica era tres veces más cara de lo que es hoy, y la energía solar siete veces más. Hace 10 años nuestra red eléctrica de distribución, en su mayor parte, era pasiva y no inteligente.

La voluntad política está aquí. Ya tenemos los planes y la estrategia. Proyectos como el European Green Deal y los planes nacionales de desarrollo con cero carbono tienen un enorme potencial para reconstruir nuestra economía y contribuir a crear un nuevo modelo de prosperidad. Ahora es el momento de convertir estos planes en acciones e inversiones.

Las razones por las que la red de distribución debe incrementar su grado de inteligencia (la red de transporte va varios pasos por delante) son básicamente tres. La primera es que un sistema eléctrico limpio debe estar basado en fuentes de generación renovable; y, queramos o no, las fuentes renovables son intermitentes e imposibles de controlar en cuanto a su intensidad, simultaneidad y disponibilidad.

La segunda es que, fruto de esa impredecibilidad de la fuente renovable, la única forma de balancear y estabilizar el sistema es utilizar sistemas de almacenamiento de cualquier tipo, pero fundamentalmente en forma de baterías embebidas en todos los niveles de tensión de la red. Por último, la tercera es que los nuevos usos de la electricidad tal y como son el vehículo eléctrico, la climatización inteligente, la domótica o el autoconsumo conectado y reversible, entre otros, son más exigentes que muchos de los consumos convencionales porque suponen un estrés extra a la red en lo que se refiere a sus parámetros principales, exigen señales de precio instantáneas e incluso desafían el paradigma del flujo unidireccional convencional de la energía eléctrica.

Sabemos cómo hacerlo; de hecho, llevamos dos décadas haciéndolo en la red de transporte. Para hacer la red de distribución más inteligente es necesario digitalizarla. Y tal digitalización debe cubrir toda la cadena, desde la estación transformadora de distribución (ETD) hasta el punto de consumo.

Las ETDs y los centros de transformación (CT) están siendo progresivamente automatizados y dotados de las infraestructuras de comunicación, control, monitorización y autorregulación. Los puntos de consumo ya han sido dotados casi en su totalidad de los contadores electrónicos inteligentes. No podemos decir, ni mucho menos, que nos hayamos quedado atrás en comparación con nuestros vecinos europeos, no obstante, aún queda mucho por hacer para que la digitalización de la red sea completa y ésta pueda soportar un mix renovable, por un lado y nuevas solicitaciones del consumo por otro.

Imaginemos un sistema eléctrico que soporta la recarga, en minutos o en horas, de millones de vehículos eléctricos a cualquier hora del día que además son susceptibles de revertir a la red la energía almacenada; recibe y entrega electricidad a diario a centenares de miles de instalaciones de generadores-consumidores de todo rango de potencia; permite que se ofrezcan servicios de agregación de esos pequeños miles de generadores; permite la generalización de servicios de gestión de la demanda que atiende a señales instantáneas de precios, tanto para grandes o medianas instalaciones industriales como para el sector de servicios (grandes superficies, centros comerciales, edificios de oficinas o locales e instalaciones de las administraciones públicas) o incluso para usuarios domésticos con casas ‘domotizadas’.

Y todo esto con un mix de generación renovable en su práctica totalidad (fundamentalmente eólico y fotovoltaico) con soporte de sistemas de almacenamiento (primordialmente de baterías). Sin olvidar en este ejercicio de imaginación que la calidad y continuidad del servicio son sagradas, el sistema no debe tener interrupciones no programadas y los parámetros de estabilidad de la tensión y la frecuencia no solamente deben ser observados sino, más aún, mejorados.

Es difícil de imaginar, pero va a ser una realidad. Y solo podrá ser una realidad si se dispone de una red eléctrica inteligente y digital. Se han llevado a cabo múltiples proyectos piloto en toda Europa, muchos de ellos exitosos, que han demostrado que el estado del arte de la tecnología se encuentra a la altura de la necesidad. Y muchos de los tecnólogos y fabricantes de componentes y sistemas inteligentes que lo han hecho posible son españoles.

Es por ello que, si pasamos decididamente de los pilotos a los despliegues masivos de la tecnología de red, podemos poner en valor a un sector generador de alto valor añadido y empleo cualificado que puede contribuir significativamente a la indispensable recuperación de nuestra economía y tejido productivo. Porque, además, es un sector netamente exportador que comparte liderazgo internacional con sus homólogos de los países tractores de Europa.

El futuro ya lo estábamos construyendo. El presente es un escollo importante. Pero seguir construyendo el futuro es parte de la solución.

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Artículos sobre digitalización | 24 de abril de 2020 | 885

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